MARTES 22-02-2022

No hay palabras para describir mis sentimientos al despertarme en Longyearbyen!

Abrir la ventana, ver ese paisaje blanco y pensar que estaba en el paralelo 78°, cumpliendo un sueño tan anhelado, me hizo sentir la persona más dichosa del mundo.

Desayunamos en el amplio salón del hotel con hermosas vistas, volvimos a la habitación a equiparnos para enfrentar los -27° de ST

La meta era llegar hasta la iglesia (foto 2) y en camino nos topamos con ese bello conductor.

Llegamos a la iglesia, entremos a una sala donde había que dejar el calzado y tomar unas pantuflas de un armario, para ingresar al templo.

Lo primero que se observa son sillones y mesas porque es un punto de reunión para celebraciones cualquiera sea la religión.

Luego están los bancos y este altar. La cruz que se ve a la izquierda es lo único que se pudo rescatar de la antigua edificación que fuera destruida en la Segunda Guerra Mundial.

Esos minutos dentro del templo fueron reparadores para nosotros, luego tomamos nuestro calzado y nos despedimos de esta pequeña y sencilla iglesia protestante, que es la más septentrional del mundo.

Volvimos al centro por otro camino, pasamos frente a viviendas, pensaba en el interior y me moría de curiosidad…

En nuestra recorrida entramos a varios comercios para despegarnos del frío, el almuerzo ayudó a levantar la temperatura corporal y después regresamos al hotel porque teníamos contratado un tour.

Si bien la oferta de actividades es amplia, en el invierno hay muchas que no están disponibles. En los hoteles se ocupan de hacer las reservas y cobrar, mejor servicio imposible!

Elegimos un nocturno tour de dos horas, la primer parada fue en este mirador para contemplar la pequeña población de 2.500 habitantes en la hora perfecta para ver la nieve azulada, fenómeno solo se da los días previos y los posteriores a la noche solar (finalizó el 17-02).

Éramos los únicos pasajeros en la combi, por lo que disfrutamos de un tour privado con alguien muy agradable, que se sorprendió al mencionar de dónde veníamos.

El cartel de la foto 2 indica que se termina el ejido urbano y hay que portar armas de acá en adelante, por si ataca un oso. Como parte del show le entregó un arma a Gabriel para que pose.

A lo largo del recorrido nos fue comentando la historia de las minas de carbón, solo queda una en actividad y en pocos años está previsto su cierre.

Hay muchas empresas de tecnología e investigación que tomaron la posta, para que se siga generando ingresos en la isla.

Hay paradas en el camino para la fotografía, pero al ser los únicos había un excedente de tiempo que el conductor utilizó para sumar sitios e incluso se esforzó porque viéramos alguna foca sobre los bloques de hielo, sin suerte por supuesto.

En la foto 1 vemos La Bóveda Global de Semillas de Svalbard. Es un depósito donde se almacenan semillas de miles de plantas de cultivo de todo el mundo con el objetivo es preservar una especie de “copia de seguridad” de todas las semillas del planeta y salvar la biodiversidad.

En la foto 2 está el Vestpynten lighthouse, uno de los faros de la islas y obviamente uno de los septentrionales del mundo.

En la foto 3 podemos apreciar cuán cerca del mar llegaba con su vehículo para iluminar los hielos flotantes en la búsqueda de focas.

Después de ese agradable paseo/charla con un experimentado guía local, fuimos a caminar por el centro.

Los -33 grados de sensación térmica y la nieve no nos desalentaron.

 

El cielo seguía cubierto y la temperatura descendía aún más… no hubo posibilidad de ver las auroras como hicimos anoche y nos dedicamos a endulzar la noche en el restaurant del hotel.

Pero… no podía ir a dormir sin acercarme a la calle central de este increíble lugar. El frío no se siente cuándo la felicidad invade la mente.

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